La Teoría de los Vínculos Sociales de Hirschi
- fundapreven
- 19 mar 2021
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Fue elaborada inicialmente en 1969 y ampliada en 1995, por el sociólogo y criminólogo estadounidense Travis Hirschi. Señala la utilidad del control social como instrumento eficaz para que los individuos puedan anticipar las consecuencias que les puede ocasionar la comisión de una transgresión o delito.
Hirschi parte de la premisa que cualquier persona ha tenido la tentación en alguna ocasión de hacer algo "malo", pero la mayoría de la gente, ante la posibilidad de ver expuesta su conducta a la luz pública, se inhibe de esta tentación. En cambio, aquellos que tienen poco que perder se dejarán tentar en mayor proporción.
Se ubica entre las teorías del control, la “Teoría del arraigo social” o de "los vínculos sociales", que se explica en el libro de su autoría “Causas de la Delincuencia” (1969).
Hirschi señala en su trabajo que la criminalidad resulta de una suerte de debilitamiento de los lazos o vínculos que unen a la persona con el resto de la sociedad. Si esos lazos tuvieran la fortaleza necesaria, la idea de delinquir le causaría al individuo un miedo disuasivo respecto del daño que la asunción de una conducta desviada podría ocasionarle en sus interrelaciones sociales.
Cuando esos lazos se deterioran o difuminan, por el contrario, es esperable y explicable que la persona delinca.
Según Hirschi, hay cuatro ítems que sostienen su teoría del arraigo social:
1) El apego: las relaciones sociales fuertes fomentan la conformidad. Por el contrario, para aquellos individuos que no se sientan muy vinculados con su familia, amigos o compañeros de trabajo, los costes de la conducta desviada son mayores.
Sin el apego, la persona pierde la aptitud para relacionarse con terceros y desarrollar una conciencia social (por ejemplo, el caso de los psicópatas), y por ende el respeto hacia los otros y hacia la autoridad. La ley es él.
2) El compromiso: quienes cuentan con más oportunidades legítimas para satisfacer sus intereses tendrán más ventajas en la conformidad. Los que tienen poco control o reducida confianza en el futuro tienen más posibilidades de presentar pautas de conducta no convencionales. La identificación con valores convencionales, se evidencia cuando la persona comparte y se compromete con estos valores socialmente aceptados (honestidad, laboriosidad, familia, prestigio, etcétera), es bastante poco probable que incurra en una conducta que puede poner en peligro esas conquistas.
3) La implicación: una fuerte implicación en actividades lícitas (trabajar, estudiar, practicar deportes) inhibe el comportamiento desviado. La ausencia de actividad en estas facetas cotidianas puede suponer terminar empleando el tiempo en actividades no legítimas. Mientras más intensa sea la participación de la persona en actividades sociales convencionales (trabajo, escuela, familia, clubes, grupos de pares), más alejado estará de la tentación de perpetrar conductas delictivas, que sí se verían auspiciadas por el ocio y la desocupación.
4) Las creencias: las personas que aceptan y asumen las pautas morales preponderantes en la sociedad en la que se inscriben y que respetan la autoridad tendrán más facilidad para reprimir las tentaciones, que los que se muestran más disconformes a estas pautas morales. Las conductas infractoras serían mucho más esperables en el caso de aquellas personas que no participaran de los códigos, sistemas de creencias y escalas de valores predominantes.
Citando a García Pablos de Molina “el desarraigo,la insolidaridad y el vacío moral impiden desarrollar valores como el respeto a los derechos de los demás y la admiración hacia el código legal, frenos importantes de la conducta desviada”

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